sábado, 19 de diciembre de 2009

Puerto Rico antes y ahora


Tiempo y espacio se intersectan en las fotos de este libro que da cuenta del paso del primero por las transformaciones obradas en el segundo

Puerto Rico entonces y ahora
Por Carmen Dolores Hernández

En el año 1941, Jack Delano, fotógrafo de la Farm Security Administration, llegó a Puerto Rico de paso a las Islas Vírgenes, donde documentaría las condiciones sociales de la población. Aquí tomó una serie de fotografías de gente común y corriente en los campos y ciudades. Cuarenta años después, regresó a los mismos lugares y buscó a las personas que había fotografiado. El resultado fue un libro maravilloso, “Puerto Rico mío”, en el que el paso del tiempo se marca por las diferencias en las personas, en las actitudes, en las transformaciones del entorno. El volumen constituyó un comentario sin palabras sobre las bondades y los males del progreso.

Ahora Jorge Rigau marca también, en este libro, un cruce entre tiempos y espacios, definido aquél por la transformación de éstos. Utilizando un acervo extraordinario de fotografías históricas –de colecciones como la Biblioteca del Congreso, el Servicio Nacional de Parques, el archivo del periódico El Mundo, el Album de Puerto Rico de Feliciano Alonso (1904), el Album de Oro de Puerto Rico de 1939 y las del Archivo General además de las de varios otros archivos públicos y privados y de libros como “Our Islands and Their People”- contrapone los lugares que aparecen en ellas con su apariencia actual en fotografías que por lo general duplican exactamente el ángulo y la perspectiva de las primeras. La intención es revelar lo que el tiempo, la mano del hombre y la planificación urbana han obrado, en cada caso, para transformar los parajes y la arquitectura, la fisonomía de las ciudades y su ornato.

Hay un buen balance aquí entre lo público, lo monumental y lo residencial. El libro comienza con una foto en la puerta de El Morro, de la que salen unos militares norteamericanos (probablemente tomada alrededor de los años de la II Guerra Mundial, cuando el castillo era “Fort Brooke”) y progresa hacia el resto de San Juan y su salida hacia Puerta de Tierra. Sigue luego hacia Santurce y la Isla: Vega Baja, Arecibo, Guajataca, Isabela, la mansión Labadie en Moca, Aguadilla y la Base Ramey, Mayagüez, San Germán, Adjuntas y Ponce para regresar a la capital por Barranquitas, Lares y Caguas, destacando al final lugares metropolitanos como una Avenida Roosevelt a punto de convertirse en la gran arteria que es hoy; el Santurce que inicia su renovación con el Centro Europa; las preservaciones históricas de extramuros, como la Capilla de Lourdes en Miramar y, por fin, el enclave emblemático del aeropuerto.

Con esa vuelta no sólo se documenta el pasado construido de la Isla sino que se provee un comentario sobre los cambios. El San Juan militar, al servicio de dos ejércitos imperiales, ha dado paso al turístico y recreativo; el encierro de las murallas ha dado paso a la apertura, pero también a la congestión y la prisa que impone el automóvil.

Las fotos dan fe de similitudes, pérdidas y ganancias. Las primeras se deben, en su mayor parte, a los esfuerzos de preservación y renovación de lugares como el Viejo San Juan y algunos monumentos o edificaciones de la Isla, como la Iglesia de Porta Coeli, convertida ahora en un museo religioso o la Mansión Labadie, en Moca, restaurada a su antiguo esplendor. Entre las pérdidas está la del tren, cuyas estaciones –alguna documentada aquí- han desaparecido. También desapareció el Teatro Francés de Mayagüez, “el Bizcochón”, suplantado por un edificio sin carácter alguno, como sucedió asimismo en esa ciudad con las casas de ricos ciudadanos como Miguel Esteve Blanco, Mateo Fajardo, Juan Bianchi y el llamado castillo de los Valdés, todos aquí documentados al igual que las edificaciones sin importancia que ocupan ahora su lugar. La pérdida mayor de todas, sin embargo, es la del Parque Borinquen que corría a orillas del mar en el Condado y que sucumbió al desarrollo en los años treinta.

El libro presenta algunas ganancias: ya no existen los bohíos de pencas de palmas como el que aparece en la foto de Guajataca tomada en los años treinta. El paraje está ahora abierto a un público que posiblemente acude a verlo en números mayores que antes. La Ferretería Europa de Santurce, de poca prestancia, ha sido sustituida por un hermoso edificio contemporáneo.

Entre los descubrimientos –que también los hay- está el del espléndido edificio que se construyó para Club de Oficiales de la Base Ramey y que aún se conserva; la existencia de una hermosa hacienda de café, Santa Clara, en un campo de Yauco y el edificio del ayuntamiento de Adjuntas, hecho en 1927 por el arquitecto Rafael Carmoega y bien conservado hoy día.

Los textos que acompañan a las fotografías, escritos por el arquitecto Jorge Rigau, son muy útiles para situar los lugares en su contexto y para entender su historia. Este libro nos ofrece ni más ni menos que el inmenso escenario cambiante en el cual se ha desarrollado la vida puertorriqueña desde hace más de un siglo.

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