sábado, 9 de noviembre de 2013

Una mezquita en Puerto Rico

Adentro de una mezquita puertorriqueña

Imanes muestran su conexión con Dios
Por Yaritza Rivas / yrivas@elnuevodia.com
Zaid Abdelrahim, imán de la mezquita de Montehiedra y portavoz de la comunidad musulmana en Puerto Rico. (José Reyes / GFRMedia)


Vega Alta- Antes de entrar a una mezquita hay que quitarse los zapatos. Esta es la manera en que se mantiene purificado el salón de oración, o haram, donde rezan los musulmanes. Para ellos el salat, que quiere decir oración en árabe, es el ritual mediante el cual se conectan con Dios a diario.
Este ritual se repite cinco veces al día. “Oramos por la madrugada, por el día, por la tarde, cuando se acuesta el sol y una hora después”, describe Zaid Abdelrahim, imán de la mezquita de Montehiedra y portavoz de la comunidad musulmana en Puerto Rico.

Durante el salat, dice Abdelrahim, se recita el corán y se alaba a Dios en ciclos de oración que empiezan de pie y en el cual van bajando su cuerpo hasta tocar el suelo con la frente. “Le pedimos a Dios lo que necesitamos. También en cada ciclo de cada oración, Dios nos da bendiciones especiales, tranquilidad y energía para continuar con nuestro día”, detalla Abdelrahim.

La vistosa cúpula  y minarete en el exterior de esta mezquita construida a finales de la década de 1990 por la comunidad musulmana en Puerto Rico, refleja una antigua tradición arquitectónica. “No tiene ningún significado. Eso sólo que antes como no había altorpalantes, había que subir y anunciar el primer llamado de oración para que se congregaran los feligreses” explica Abdelrahim.

Alrededor de la isla, hay ocho mezquitas. En el interior, cada una tiene un lugar exclusivo para las mujeres. En esta mezquita, el salón de las muejres está separado del de los hombres. Adentro del salón hay decenas de vestidos  disponibles para las visitantes que llegan  por primera vez y no estén apropiadamente vestidas según la costumbre musulmana.

Las mujeres que acogen el islam como su religión suelen vestir trajes anchos y cubridores hasta el tobillo. También se tapan el pelo con un velo.  Los muslmanes se guían espiritualmente a través del corán. “Hay capítulos que tienen muchos versos. El más largo tiene 186 versos. El más corto tiene  tres.”, dice el imán, o quien guía la oración en la mezquita.


Una mezquita en Vega Alta 
 
Estiman que en Puerto Rico viven unos 3,000 musulmanes

Un dato curioso, según Abdelrahim, es el capítulo dedicado a María. “Este capítulo honra a la madre de Jesús y Dios relata su  nacimiento” explica.

Los árabes dentro del islam somos minoría

De acuerdo con él, es un mito que todos los musulmanes son árabes. “Los árabes somos solo un 20% de los musulmanes del mundo”, resalta y estima que en Puerto Rico viven unos 3,000 musulmanes. Los más de 1,500 millones de personas que acogen la fe islámica en el mundo viven en países que no son árabes, especifica el imán. Por ejemplo, menciona a Indonesia, Turquía, Afganistán, Pakistám Irán y África. Precisamente, Yunus Fasasi, el imán en la mezquita de Vega Alta, es africano. Nací en Nigeria, pero soy ciudadano americano, dice en inglés antes de realizar un cántico en árabe para iniciar un ciclo de oración poco después de mediodía.

Abdelrahim, se ayuda con la tecnología para practicar su fe. Tiene una aplicación en su celular que cuando llega el momento suena un cántico. “El teléfono también me ayuda a buscar la dirección hacia la Meca, que es el lugar al cual me tengo que dirigir cuando hago mi oración”, explica Abdelrahim. Para él, la mezquita es el lugar de unión y reunión por el llamado de Dios para lograr la properidad en esta vida y después de la muerte”, dice.

Yo no soy Bin Laden

Luego cuenta la anécdota cómo  fue que lo que lo motivó a convertirse en un líder religioso musulmán en la isla. - Luego de los actos terroristas de septiembre 11, un joven me gritó: - ¡Bin Laden!. - Lo llamé y le dije: ‘Si un puertorriqueño hace algo incorrecto en alguna parte el mundo. Es justo que juzguen a toda tu familia’.
El chico cambió de expresión. Esa pregunta hizo que despertara. Me dijo: -No.  Entonces le dije: ‘Yo no soy Bin Laden’.   Él me extendió la mano, me saludó y me dijo: somos amigos.
Luego se fue.
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