domingo, 2 de septiembre de 2012

El crimen, el encarcelamiento, la educación y rehabilitación en Puerto Rico

Para evitar el problema de reclusión y rehabilitación de los presos en Puerto Rico hay que ESTABLECER LA EDUCACIÓN COMO LA PRIORIDAD de nuestra sociedad puertorriqueña. Un enfoque con programa de deportes y empleos para jóvenes con probabilidades para cometer actos delictivos. No existen muchas oportunidades para los jóvenes, la Universidad no es la alternativa que ellos quieren como primera opción. Si las escuelas, los educadores y miembros de la comunidad boricua tienen las alternativas para educar, el crimen en Puerto Rico no sería un negocio como lo es hoy día.

Educación que busca rehabilitar al quien le falla a la sociedad


Un 70 por ciento de los confinados son desertores escolares, por lo que los programas educativos son vitales en su rehabilitaciónUn 70 por ciento de los confinados son desertores escolares, por lo que los programas educativos son vitales en su rehabilitación


 
Los tatuajes de este confinado resaltaban entre su toga durante los emotivos actos de graduación del Departamento de Corrección, celebrados en el Centro de Bellas Artes de Guaynabo. (juan.martinez@gfrmedia.com)
Por Brunymarie Vélazquez / brunymarie.velazquez@elnuevodia.com
“Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él” 
 - Immanuel Kant 
Aunque hay estudios que validan que la educación es clave en la rehabilitación de los confinados, el Estado apenas asigna un 2.1% de su presupuesto para educar a los reos en Puerto Rico.
En unos recientes actos de graduación de un grupo de más de 300 confinados, el secretario del Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR), Jesús González Cruz, recalcó que “la educación del confinado es  prioridad para lograr su rehabilitación”.
Sin embargo, del presupuesto de $475.8 millones asignados a la agencia, el año pasado el Gobierno solo invirtió $9.5 millones en programas educativos a beneficio  de  algunos 6,000 confinados. Esto significa que la tajada de fondos dedicada a  la educación es de solo 2.1%.
¿Cuán importante es que los confinados tengan la oportunidad de acceder a servicios de educación durante su estadía en la cárcel?
Las actividades educativas pueden producir cambios dramáticos en el ámbito personal de los alumnos en prisión y aumenta en un 83.6% las posibilidades de rehabilitación y resocialización, según el estudio “Educación en prisiones de Latinoamérica” que realizó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (Unesco) en el 2007.
Esta investigación reflejó, además, que un 87% de los confinados recuperó su interés por los estudios y un 83.6% experimentó un aumento en su autovaloración.
“Sobre un 70% de la población adulta es desertora escolar, por eso educarlos es parte esencial del proceso”, sostuvo el titular de Corrección.
Los programas de educación para los confinados están dirigidos a completar el cuarto año de escuela superior y otros los certifican en programas vocacionales enfocados en el autoempleo.
REHABILITAR ES UN DEBER
El Estado tiene el deber constitucional de velar porque aquello que llevó al comportamiento delictivo en un ciudadano no vuelva a ocurrir. Pero un cálculo  podría reflejar una discordancia entre los resultados y la inversión pública: más de la mitad de la población correccional regresa a la cárcel.
“Vale la pena educar a un confinado y a cualquier ciudadano. Puede lograrse y es la mejor inversión que puede hacer el Estado, pero debe ser una educación basada en fortalecer su autoestima  y equiparla con las herramientas para enfrentar a un sistema que lo va a discriminar y lo va a marginar por su condiciones de pobreza, raza y por ser un exconfinado”, explicó la especialista en Justicia Criminal, Elia Vega García.
 Y es un efecto en cadena porque, según el criminólogo Gary Gutiérrez, esa misma marginación que lleva al 50% de los confinados a delinquir  luego de salir de la cárcel es la misma que hace que cometan un delito por primera vez. 
“Pero una persona educada puede buscar alternativas para mejorar su condición de marginación”, sostuvo Gutiérrez.
“El hecho de que el hombre se exponga a la educación no  quiere decir que tenga las condiciones económicas para sacarle provecho a esa educación cuando regrese a la libre comunidad”, explicó el criminólogo.   
Gran parte de la población correccional es indigente: 87 de cada hombre no tenía ingresos antes de llegar a la cárcel, según el perfil de la población preparado por el DCR. En el caso de las confinadas la cifra es aún mayor: 97 de cada cien.
La educación de los reclusos -que representa  solo el 2% de los costos de la agencia- podría ahorrarle al Estado millones de dólares en el futuro mediante la prevención de la reincidencia, según el licenciado Esdras Vélez Rodríguez, subadministrador de Corrección.  
En Puerto Rico  cuesta $30 mil  encarcelar a un preso durante un año; educarlo por ese tiempo cuesta solo $1,500, según el análisis de los datos ofrecidos por la agencia.
En un mundo ideal, la rehabilitación de un confinado traería otros beneficios, como lograr que ese ciudadano se reintegre a la sociedad y a la fuerza laboral y aporte a la economía general, explicó Vélez Rodríguez.  
“Pero eliminar la reincidencia y la reclusión de los que cometen crímenes debilitaría una industria carcelaria que ya está creada y crea empleos ”, expresó Vega García, quien ha dirigido instituciones correccionales en Estados Unidos y Puerto Rico. 
“El Estado tiene la misma responsabilidad de educar al niño, así como llevar un proceso de rehabilitación de la persona que le ha fallado a la sociedad. Habilitar es llevar a una persona que no conoce a que conozca. Rehabilitar es modificar la conducta”, dictó Vélez Rodríguez.
Si los expertos coinciden en que la educación es la médula de la rehabilitación, ¿por qué se invierte tan poco en ella? 
“Porque la prioridad en el presupuesto de Corrección son los salarios, principalmente para el personal de custodia. El presupuesto no ha sido proporcional con los servicios educativos porque no ha habido la voluntad”, respondió Miguel Poupart, exadministrador de Corrección y especialista en instituciones carcelarias.
Vélez Rodríguez explicó, por otra parte, que Corrección también tiene que velas por otras necesidades de la población correccional que son primarias como la salud, alimentación y seguridad. 
Carlos Hiraldo Huertas, director del programa educativo del DCR, reconoció que, en vez de invertir en la rehabilitación del criminal, lo ideal sería educarlo desde pequeño para prevenir que se convierta en criminal. 
“Sería lo ideal, pero tenemos que trabajar con el problema que enfrentamos actualmente,  que es que los tenemos en custodia y hay que trabajar con esos seres humanos”, afirmó el educador. 
“Se debe empezar por la prevención desde el preescolar, pero lamentablemente ahí es donde ha habido un desfase en la sociedad. La sociedad va para un lado y el sistema de educación va por el por otro”, explicó el funcionario, quien cuenta  con 30 años de experiencia en el sistema de educación correccional.

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